martes, 31 de diciembre de 2013

Te quiero, sin ser yo nada de eso.

De las prisas de hoy, de las dudas de siempre, de historias eternas que acaban, sin que importante tanto el culpable. De descubrir con dolor que el culpable es uno mismo, del defecto y la culpa por ello, pero también de la oportunidad que nos brinda de ser auténticos y crecer. De territorios afectivos y territorios sociales, del deseo de mejorar, de la dificultad de tener verdad y comprensión entre dos.

Hace unos días que ando creciendo y te necesito más que nunca. Porque haces de lo complicado parezca una tontería de las mías y que el mundo pueda arreglarse con un par de cafés (o unas cuantas cervezas). Haces que descubra las partes de mí que no me gustan y que me sienta un poco más fuerte para afrontarlas. Haces que sepa que, pase lo que pase, vaya a donde vaya, siempre habrá alguien en el mundo capaz de entenderme más que el resto. Por todo eso y n cosas más, me sentiría culpable de dudar un solo segundo de quiénes somos tú y yo: compañeras rezagadas de miedos, de las dudas de siempre. Compañeras de historias eternas, que por una vez y por un amor de los grandes, no tienen por qué acabar. Espero, Lucía, que tú no lo dudes nunca. No dudes que estaré bien cerca cada vez que la realidad se presente y quiera quitarnos las carcajadas a golpes; que no estaré lejos cuando tengamos que quitarnos, a golpes de carcajada, la realidad de encima. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Buscamos calor

Ahora siento lástima de ti, y de mí, y de las calles que nos acogieron. Siento lástima y te quiero. Sé que te querré siempre. Sin juegos, sin canciones, sin verdades a medias, sin derrotas. Sólo eso, quererte sin razón.

Pero qué más da, si ya no existiremos, si no existimos nunca. Y de la misma forma que te buscaba sin saberlo, te perderé sin darme cuenta. 

Me haré daño. Y todo el tiempo que podríamos haber pasado juntos correrá ante mis ojos y se quedará atrapado. Quizá en el miedo, quizá en un camino al Norte sin regreso a casa. Quizá a la deriva. 

Tú y yo nunca salimos del agua. 

Y aún así conservo esa estúpida etiqueta en el bolsillo, recuerdo de una de esas calles que me vio feliz, como quien guarda el recibo de la tintorería una tarde cualquiera, de cualquier mes de abril.

jueves, 29 de agosto de 2013

224 y un reloj

Otra vez esa sensación. Sentirse viva, tan viva dentro del otro. Viva en abrazos y caricias. Tan eterna y tan fugaz como un escalofrío. Qué paradoja, ¿verdad? Como esas cosquillas que te recorren la espalda cada vez que te toco. No sé, tal vez sería demasiado edulcorado aventurarme; decir que a juzgar por tus miradas ayer éramos algo. 

Tus manos se volvían armadura a prueba de miedos, y esa puerta entreabierta nos separaba del mundo. Sólo ayer. Sólo en el instante en que me sentí, dentro de ti, muy viva y muy capaz. Fue suficiente para saberlo. Que sí, vivimos, y tal vez yo podría vivir así toda la vida, ya me entiendes. Que tu corazón latía en mi oído y casi me pongo a llorar...A llorar de emoción por un presente que se escapa, por cada segundo de menos, por tu piel en mis rodillas. 

Yo ayer vivía. Vivir no significa estar vivo. Estar vivo no es nada. 
Nada es lo mejor que he hecho contigo.

miércoles, 19 de junio de 2013

Perks

-Que te rompan el corazón es como todo en esta vida. Algo que pasa y que duele, pero que al final se acaba borrando, ¿entiendes?. Es como cuando, de repente, se va la luz en una habitación. Al principio temes haberte quedado ciego, o tienes miedo de no poder hacer nada más con tu vida hasta que encuentres una vela y una caja de cerillas. Pero, poco a poco, tus ojos se acostumbran a la oscuridad. Empiezas a intuir las siluetas de los muebles, los colores de las paredes, y hasta te intuyes a ti mismo. Dejas de necesitar velas y cerillas para continuar con lo que sea que estabas haciendo. Te tienes a ti y ahí estás. Puedes dormir tranquilo a sabiendas que no te has quedado ciego.

martes, 7 de mayo de 2013

Corazón coraza


Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa.

Mario Benedetti

Me lees.

Llevo toda la semana ocupada en muchas cosas. Tantas, que cuesta creer que sea yo. Así que el método no debe funcionar demasiado. Ese método de inventarme que no me pasa nada. Que ignoro que esto empiece y acabe formando una especie de bucle. Fingiendo que mi vida sigue, que estoy más activa que nunca. Ese método que no sirve de nada.

Me lees.

Cada vez que cierro los ojos. En el ascensor, en el metro, entre mucha gente. En cualquier parte que implicaría tenerlos bien abiertos. (La verdad es que últimamente, las únicas veces que me mantengo despierta es cuando no consigo dormir).

Cada vez que los cierro nos imagino en blanco, tú y yo, dos puntitos diminutos en medio del cosmos, en alguna parte que no recuerdo ni me hace falta. Un espacio volátil y eterno dónde vivimos tumbados y me lees. En tu faceta más poética, me evades de lo malo. Lo malo, los versos y las canciones que me harían llorar. Me lees alguna historia que ocurrió en mundos paralelos; lees sobre noches al raso ocultándonos verdades o quizá jugando a no sentir nada. Me lees cosas que no entiendo, como pasa la mayoría de veces. Y ya da igual, porque sigo escuchando cómo pronuncias las palabras, cómo arratras las eses y te detienes en las comas. Observando de reojo cómo me miras antes de pasar página.

Me lees.

Y antes de que termine la historia, antes de que pueda ponerme a aplaudirte, antes de que pueda decir algo para que sepas que ese momento es a lo máximo que aspiro, caigo en un profundo sueño.

Tanto, que es imposible creer que sea yo. 

martes, 30 de abril de 2013

Las dos prohibidas

El día que supe que te ibas, construí mi pequeña versión del fin del mundo. Ésta se redujo a un nudo en la garganta, de los que aprietan el cuello cuando evitas echarte a llorar en medio de un montón de gente. De repente, necesité taparme la boca con las dos manos para no atropellarte con eso que nunca digo. Porque, eso que nunca digo, sería mucho peor que romper a llorar delante de cualquiera. Sería admitir la derrota.

lunes, 22 de abril de 2013

Crisis de fe

Al despedirnos éramos como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres tiran de la mano y los arrastran, y es un dolor dulce y una esperanza.

Una fuerza invisible me obliga a querer estar contigo. Me encoge y me ata a tus rodillas. Tal vez para que recuerde que un amor fingido nunca muere, porque no ha nacido; para que sepa que puedes permanecer en el recuerdo todo el tiempo que me dé la gana.

martes, 2 de abril de 2013

Del griego evolución

Es en lo que pienso cuando no quiero llamar a las cosas por su nombre. Mi cobijo cuando me escondo de mí misma, cuando no existe música lo suficientemente alta. Es irreversibilidad, sistemas en desorden y esa constante incertidumbre que hace que yo sea yo. Es un beso demasiado largo, sentimientos inoportunos,  inventarte si no existes. Toda una noche contigo sin que nunca estuvieras ahíComo cuando me contabas que el universo tiende al caos. Como las horas que pasamos discutiendo sólo porque nos gustaba enfadar al otro y luego hacerle sonreír.

Entropía ocurre cuando asumo que nunca vas a ser mío. Es tener que preparar un paquete y atarlo con un bonito lazo, como quién odia hacer las maletas. Meter en él todo el tiempo que habríamos pasado, y todo aquello que podríamos haber sido, para poder regalártelo de recuerdo y que te marches bien lejos. Entropía es el lugar dónde guardo las promesas que te hice, aunque nunca llegara a contártelas. Es el momento en que te miré y maldije que entraras en mi vida, porque resulta que el amor no está hecho para mí.

Entropía y el viento entrando por la ventana hacen volar las hojas por toda la habitación y acaban rompiendo los esquemas. Son la putada de conocerte y que, de repente, exista esa magia que lo pone todo en su sitio; la paradoja de descubrirte y saber que el universo tiende al equilibrio. Entropía es cuando me despierto notando que no tengo corazón, que me lo han ido arrancando así, un trocito cada noche, para recordarme que una parte de mí se va contigo. Entropía es saber que no habrá un hasta luego, que el adiós es lo único que no es de mentira, que esto duele demasiado como para hacer que dure. Que se acabaron la poesía y las canciones que me desgañitaban en medio de la lluvia cada vez que recordaba esos ojos traicioneros. 

Entropía nace por creer que, en esta vida, existen casualidades demasiado bonitas para serlo. Vive en nuestra historia, en haberte conocido justo ahora que no te conozco de nada. Entropía muere en tus palabras y en un par de billetes de avión.

sábado, 16 de marzo de 2013

Postales que sólo entenderías tú

Que te pasa toda la vida por delante de los ojos como si fuera una película. Antes de morir, dicen. 

A mí me pasó y creía estar muy viva. Creía ser feliz viviendo de tu risa escasa. Viviendo en un bucle de promesas que superaba cualquier ficción. Respirando cortinas de humo en un mundo paralelo. 

Sí, la luz al final del túnel fuiste tú. Pero es que luego también fuiste el túnel y pasó aquello que me asustaba tanto. Como cuando un jarrón se rompe: aunque lo pegues, aunque nadie se dé cuenta, sabes que ya nunca será el mismo. Lo notas; arrastras ese pequeño detalle por todas partes y se te acumula en los rincones como los libros o la ropa. 

Como los jarrones, rompí aquella postal que te escribí de noche. Y es que de noche es cuando estaba más viva, cuando nunca sentía miedo. De noche es cuando te quise. Pero resulta que la rompí de día. 

Y ya no sé si moría de pena, o si la vida se me pasaba por delante al estilo del cine clásico, como diciendo adiós. Hasta siempre, gritaban las ganas; hasta nunca, corazón.

sábado, 9 de marzo de 2013

Crónica de una muerte anunciada

Siempre te ha pasado, ¿verdad?. Siempre que algo te ha ido bien o siempre que has notado que, al fin, todo cobraba sentido; cuando te ha parecido que el universo conspiraba a tu favor o incluso al venirte a la cabeza esa especie de justicia poética. Entonces ha llegado. 

El miedo. El miedo al fracaso, a las falsas esperanzas, a las decepciones, al que dirán. El miedo a la estabilidad, a no saber estar a la altura de las circunstancias. El miedo de alguien como tú, acostumbrado a la autocompasión y a fabricarte obstáculos como si te automedicaras. Sientes miedo y siempre te ha pasado. No sabes estar bien. Porque cuando pareces estar bien, y parece que eso a lo que llaman karma por fin va a retornarte tantos años y tantas ilusiones invertidas, ese frío te recorre la espalda como anunciando la desgracia. Y no tienes más remedio que cerrar los ojos y seguir andando, forzado al principio, pero cada vez más rápido y con más inercia, hasta acabar corriendo y traspasar los límites de lo que se considera normal. Como cuando coloreabas con violencia y te salías de la raya. 

Pues bien, no sufras. Tal vez este sea tu destino en la vida. O tal vez sea el rol que te haya tocado desempeñar. Tal vez tu sexto sentido consista en presentir la catástrofe antes de que se te avecine, como si la llevaras marcada a fuego en el ADN. 

No insistas, no huyas. Quédate tranquilo y no te esfuerces en coleccionar errores por tu cuenta. Cuando dejes de pensar en ellos por un segundo, cuando te despistes un solo instante, llegarán. Tú vas a percatarte en seguida. Aparecerán por detrás de la puerta y se te meterán en la cabeza mientras finges que duermes. El miedo te convencerá de todo lo que nunca llegarás a hacer. Te repetirá que es imposible. 

Así, cuando algo te vaya bien, no disfrutarás de ello. Pues sabrás que nada es para siempre. Que nada nunca va a ponerse en su lugar, porque...qué lugar es ese. Y vivirás acostumbrado a la derrota, hasta convertirte en un conformista empedernido. Incluso puede que alguna noche, cuando de verdad consigas dormirte, te dediques a coleccionar sueños, porque allí el miedo no se cuela demasiado bien. 

lunes, 4 de marzo de 2013

Si le hablara a las paredes

La mitad de mi cama se queja de estar sola y, a veces, me pide explicaciones. Me hace culpable de su estúpida agonía sin tener en cuenta mis problemas, como lo doloroso que es compartir la oscuridad con ella sabiéndome poco para mantenerla en llamas.

La otra mitad de mi cama lamenta que no te invite a destrozarla por dentro, o a hacer que huela a café por las mañanas. No tiene en cuenta mi tristeza o este pequeño detalle: tú estás un poco lejos y además en otra cama, que ojalá se quejara de no albergarme a mí.

lunes, 18 de febrero de 2013

Mira,

he venido a contarte cómo he conocido a tus ojos. 
Ojos que no se sueñan, ni se imaginan. 
Ojos que o se viven, o te matan. 
Y es que nunca unos ojos han dicho tanto y tan poco. 
Ojos que son de mar y montaña, de fuego y de hielo, y que de tanto congelarte, al final te queman. 
Ojos de te quiero (y no volveré a verte nunca más). 
Ojos de te miro, pero sin querer perderme, y de no me mires mucho, que muerdo. 
Ojos hechos de palabras forasteras y esa risa torcida que es mi talón de Aquiles. 
De mentirte mucho y muy deprisa para ver si me pillas. 
De lo siento, pero nunca sabrás quién soy. 
Ojos de atardeceres, amaneceres y muchas ganas encerradas en latas de cerveza; de cuentos vacíos, canciones calladas y pelo enredado en versos.
Ojos de te odio por no haber aparecido hasta ahora y de gracias por existir a partir de aquí. 
Ojos de luz y de noche, de tiempo comprimido en silencios que se clavan, de soles, de lunas, de viento y camas vacías. 
De mira tú por dónde y de esto son cosas que pasan. 
De vivir es lo primero, cueste lo que cueste. 
Ojos como concepto. Ojos como abriles.
Ojos de quiero vivirte y quiero vivir de tus ojos. 

viernes, 1 de febrero de 2013

7

Me ardes sin palabras y me evaporas los miedos; me quitas la fe que tengo en este mundo absurdo y vulgar. Todo lo das y lo arrebatas sin abrir la boca. Tu sola existencia me mata poco a poco y, a base de susurros, consumes las ganas que tengo de verte por dentro. 

Me sorprendes como a un niño que se ríe sin entender qué le hace gracia. Me convences del cielo para enseñarme que el suelo existe demasiado cerca.

Me ardes sin palabras. Y yo soy un tímpano de hielo acostumbrado a los versos de mentira.