martes, 27 de diciembre de 2011

No stopping us

Esta estúpida actitud me está matando poco a poco por dentro. Me autodestruyo. ¿Somos todos los seres humanos así? ¿O tal vez nací bajo un mal signo que me hace actuar de una manera tan previsible como absurda?

Yo misma me castigo, me repito mil veces que es imposible que tu me quisieras, sin ni siquiera intentar experimentarlo y descubrir antes de lamentar, consumiéndome imaginando todo lo que nunca llegaré a saber del todo.

Simplemente soy cobarde. Es más fácil quedarse inmóvil, creyéndose frágil e incapaz de llevar a término eso que se tiene en mente; es más práctico encerrarse a soñar una vida en vez de salir a vivirla; es preferible prevenir el dolor provocado por un amor vivido apasionadamente antes que poder recordar cómo ocurrió y tener que sufrir sus consecuencias. Y reconozco que me recreo en ello.

Es como si me hubiera acostumbrado a permanecer pasiva, casi inerte, contemplando cómo el tiempo pasa, dejando morir la necesidad de reaccionar, convirtiéndome en aquello que probablemente habría odiado en cualquier otra persona.

Sí, soy cobarde, tengo miedo de salir a una luz que podría dañar unos ojos demasiado acostumbrados al mínimo esfuerzo, tengo miedo de abrir mi corazón y que me lo rechacen, tengo miedo de mostrarme tal y como soy, de querer ser feliz y no poder conseguirlo… y por eso cada día alimento mi autocompasión en vez de afrontar todos estos fantasmas y luchar por lo que quiero. Por eso trato de engañarme, trato de aceptar que realmente no necesito todo lo que pueden ofrecerme. Finjo que sin ti sí que puede parecer que todo está bien.

Pero incluso yo me doy cuenta de mi propia ingenuidad. Es urgente que me rescates de mí misma. Cámbiame. Sólo tú puedes entender... que el amor está al alcance de todo el mundo y que, esta vez, no se trata de imaginaciones mías.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

La amarga fortuna

No sabía cómo había pasado.

Me encontraba allí, sentada en esa silla, a escasos diez centímetros de tu cuerpo, rozando tu rodilla con la mía y contemplando, embobada, tu silueta, medio de reojo, y como con las manos cogías la guitarra con contundencia y, con la cabeza medio agachada, hacías como si fueras a acariciarla con la mejilla.

Tierno y suave por un lado, pero lleno de fuerza y magnetismo. Me gustaría ser guitarra. Y que me sostuvieras entre tus brazos, admirándome, deseando asumir que soy aquello más preciado que tienes, aquello que no te abandona, que nunca te duele. Me gustaría ser guitarra y que dulcemente rozaras mis cuerdas, con delicadeza pero decisión, haciendo vibrar todo mi cuerpo. Me gustaría regalarte notas y que tú las convirtieras en melodía (de esas que se disfrazan de susurro en los oídos y me ponen la piel de gallina). Me gustaría ser guitarra y que recorrieras la sinuosidad de mis curvas con esa especie de inercia que a veces te hace cometer locuras. Me gustaría...

Pero continuaba en el mismo sitio y prácticamente en el mismo instante donde estaba unos cuantos pensamientos atrás. Poco a poco te observaba más y más, perdiendo la vergüenza de ser descubierta contemplándote. Te encontrabas en un ángulo perfecto, formado por tu figura y la luz tenue que entraba tímida por los ventanales, que despacio se acercaba a ti y tenía ganas de tocarte. Entonces quería ser luz. Luz para poder recorrer tu piel sin miedo, luz que da a tu pelo un toque rojizo, luz que emanan tus ojos, dulces, expresivos, simplemente eternos. Quería ser luz que calienta tu rostro en días de primavera, cuando subes a la azotea en busca de inspiración y compones esos acordes que me hacen pensar que eres la mejor persona que he conocido.

También quería ser tiempo y espacio, para hacerte mío y guardar, para siempre, aquel momento en que te miraba y miraba... mientras tocabas una canción que seguramente trataba de amor, algo que, aunque de manera insegura y humilde, dominas a la perfección. Te miraba y, de repente, tú también me miraste, sorprendiéndome fascinada ante la imagen que presenciaba y que todavía fuiste capaz de mejorar con una sonrisa, poco a poco inflada por tus pómulos y hecha brillante con los ojos.

Mantuviste el instante un segundo más, suspendiendo la ilusión, como si fueras un titiritero que, con los dedos, sostiene mis hilos. Y de nuevo, bajaste la cabeza, como si fueras a acariciar la guitarra con la mejilla, y yo, cerrando los ojos, noté un escalofrío en la espalda, primero impreciso, pero cada vez más fuerte, como si fuera tu dedo dibujándome amorosamente.

Por un momento, fui guitarra, luz, espacio y tiempo, acariciándote y siendo acariciada. 

Pero no sabia cómo había pasado...


lunes, 19 de diciembre de 2011

Your own worst enemy

Vivo en un saco pegado al suelo de donde veo gente pasando,
y, cuando salgo, entonces pienso "mejor me quedo".

No soy un robot, tengo corazón, mi reloj son el sol y las olas.
No soy un robot enchufado a los tiempos que corren.


Dicen que estoy acabado, pues podría ser que sí.



A veces siento miedo de las apariencias. Ese tópico tan común que todos conocemos y odiamos, el que toda persona sensata ha jurado alguna vez obviar para siempre. Pero también sabemos que todo son mentiras, porque a la enésima vez más uno, volvemos a hacer lo mismo. Una y otra vez. Siento miedo de lo que puedan pensar. No la masa en general; me he dicho varias veces a mí misma que me importa bien poco la corriente que arrastra 'ese' tumulto de gente. Lo que pueda pensar quien me importa. Aunque, sea quién sea, me importe por haber vivido conmigo una parte de mí que no era yo. Y cuando siento miedo, simplemente callo. Como el resto de personas, probablemente sensatas, que prefieren parecer locas antes de confirmarlo con hechos, aunque reales y auténticos, más reales de lo que muchos habrán sentido nunca. Aunque ¿quién está loco? O quién es de verdad?


Vivo en un saco, a veces aislada del mundo, a veces aislada de la persona que me da miedo ser.

Secret garden

Estar muerta en instantes que son de verdad. Vivir intensamente en una mentira, en algo que todavía no ha pasado o que ni siquiera existirá nunca. 

Has sentido alguna vez que tu cuerpo está anclado al suelo, con los pies muy juntos y muy fríos; tu mirada fija en un punto muerto; tu mente en un lugar extraño que no reconoces? Que no sabes si quieres reconocer.

Se trata de evadirse de la realidad, aunque luego creas que la echas de menos y te odies a ti misma por no apreciar ni siquiera un poco lo que se supone que vives de verdad. Viajas a un mundo que no sabes si alguna vez habitaste, que vas reconstruyendo a ratos cuando logras tener la mente en blanco por un microsegundo en tu vida. Lugares donde no tienes recuerdos, y si los tienes están borrosos. Donde, en el fondo, te sientes a gusto. Tal vez, justamente, por estar todo sin acabar de definir, por aceptarse ambigüedades, por ser tu mentira.


Y que todo esté bien. Que todo valga.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La vida secreta de las palabras

Si decidiéramos irnos a algún lugar juntos, me da miedo que un día, hoy no quizás, quizás mañana tampoco...pero un día, de repente, puede que empiece a llorar y llorar, y que llore tanto que nada ni nadie pueda pararme. Y que las lágrimas llenen la habitación y que me falte el aire. Y que te arrastre conmigo y que nos ahoguemos los dos. 
Temer encontrar a alguien tan maravilloso que no pueda compartir todo lo que se rompe dentro de ti cada día. Alguien que sea tan perfecto que sufras sólo al imaginar las mil y una maneras con que podrías estropearle. Alguien que, de tan genial, es frágil. Como algo que contemplas y no llegas a tocar por miedo a que se dañe. 


Te miro y tiemblo.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Pérdida voluntaria del sentido

Quería contarte que, a veces, mis pensamientos se diluyen dejando paso a las emociones,  irracionales y erizadas. Al segundo vuelvo en mí, pero no quiero hacerlo. Siempre vuelvo, y nunca en blanco. Sólo quiero quedarme inmóvil, contemplándote, oyendo a lo lejos tu voz que no consigo distinguir del todo, pero no me importa. Ahí está, y retumba en mi cabeza como dándome la mano a distancia. A mí no me escucho. No quiero  sentir que pienso. Sólo sentir. Te miro. Sólo te miro. Eso me basta para sentirme bien. No quiero pensar. Eres alguien capaz de hacerme dejar de pensar. Y entonces todo mi mundo queda reducido a un instante suspendido en el aire. 

La contemplación de un amor que no existe. El dolor perfecto.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Are you gonna be my girl?

Caracterizada por los debates internos, las dudas existenciales a altas horas de la madrugada y los momentos de estrés moral; acostumbrada a la autocrítica, el propio rechazo, al inquietante goteo de ideas dispersas y arbitrarias, inclinada a la inseguridad, el miedo y el respeto excesivo al exterior.

Hecha para malinterpretar, sobrevalorar y engañarse a sí misma con falsas promesas; incapaz de ir más allá de los límites que se marca inútilmente y con vehemencia; infinita y prolongadamente inexperta y falta de recursos; llena de imprudencia y de malestar general de fuente difícilmente identificable.

Convencida de que los problemas vienen de serie; tirada forzosamente a la vida por alguien que no ha tenido en cuenta su vulnerabilidad innata; frágil, dúctil y francamente inestable, propensa a pensar mal de su persona y muy bien de los demás o criticar falsamente los otros para fingir que piensa más en una, simple, que no sencilla, o viceversa; tolerante de los sermones éticos provenientes de otros y el maltrato espiritual indiscriminado.

Adicta a las justificaciones innecesarias y todo lo superfluo pero aún así liberado con indecisión, partidaria de las excusas de los demás como si fueran prescripción médica y exigente con las propias; simpatizante de los sentimientos ajenos y las vidas paralelas, aficionada al artificio de la vida que proclama, por excelencia, lo antinatural de la certeza y la seguridad en uno mismo, impaciente, caótica, contradictoria, repetitiva y altamente decadente.

Buscadora insaciable de lo que sólo se puede definir como pseudo amor.

Ésta soy yo, vista por una versión de mí misma, en un día de aquellos que una se levanta con el pie izquierdo y se empieza a sentir débil, a considerar incongruente; poco consecuente con sus actos; construida de aislamiento y rellena de 'cierta' negatividad congénita...