lunes, 10 de agosto de 2015

Inefable

Hay una casita en medio del agua que es de aquellos que no se dejan ver tal como son. Es una casita sin ventanas, que flota río arriba como arrastrada por una marea. A veces, tú habitas esa casa y yo me vuelvo un poco loca. Luego, de forma casi mágica, construyo un pequeño puente que une todo lo que somos. Y de repente todo es fácil. La casita se convierte en césped, y en flores, y en colinas por las que dejarse caer. 

Nuestra relación es esa casita oscura. Y esa colina por la que rodar despreocupados. Un equilibrio armónico entre la belleza y el misterio, entre el pánico y la paz. El miedo de perderte un día, de no cruzar ese puente; la quietud de tus ojos, de tus labios en mi nuca.

En eso consiste mi amor por ti. En saber que no eres del todo mío, y que me encantes por ello. En querer tenerte cerca cada mañana de mi vida, en esa incesante sed por descubrir qué tienes debajo. En ansiar que estés conmigo hasta que alcance, en desear que pase pero no saberlo al cien por cien.

Hay una casita en medio del agua que es de aquellos que no se gustan. Tiene cuatro rincones escondidos, incómodos pero seguros, prácticamente sin resquicios. A veces yo me encierro ahí para aislarme del mundo y tú te quedas un poco triste. Luego, de forma casi mágica, construyes una pasarela de luz y cariño que une todo lo que somos. Y, de repente, todo es fácil. La casita se vuelve lluvia, tierra mojada y pies sin calcetines. 

Nuestra relación es esa pasarela. La unión entre lo bueno y lo malo, entre pasado y futuro, lo que tenemos y lo que está por llegar. Nuestra relación es aquí y ahora; a veces lágrimas...pero casi siempre magia. 

Nuestra relación es eso: las ganas incansables de cruzar al otro lado.