lunes, 18 de febrero de 2013

Mira,

he venido a contarte cómo he conocido a tus ojos. 
Ojos que no se sueñan, ni se imaginan. 
Ojos que o se viven, o te matan. 
Y es que nunca unos ojos han dicho tanto y tan poco. 
Ojos que son de mar y montaña, de fuego y de hielo, y que de tanto congelarte, al final te queman. 
Ojos de te quiero (y no volveré a verte nunca más). 
Ojos de te miro, pero sin querer perderme, y de no me mires mucho, que muerdo. 
Ojos hechos de palabras forasteras y esa risa torcida que es mi talón de Aquiles. 
De mentirte mucho y muy deprisa para ver si me pillas. 
De lo siento, pero nunca sabrás quién soy. 
Ojos de atardeceres, amaneceres y muchas ganas encerradas en latas de cerveza; de cuentos vacíos, canciones calladas y pelo enredado en versos.
Ojos de te odio por no haber aparecido hasta ahora y de gracias por existir a partir de aquí. 
Ojos de luz y de noche, de tiempo comprimido en silencios que se clavan, de soles, de lunas, de viento y camas vacías. 
De mira tú por dónde y de esto son cosas que pasan. 
De vivir es lo primero, cueste lo que cueste. 
Ojos como concepto. Ojos como abriles.
Ojos de quiero vivirte y quiero vivir de tus ojos. 

viernes, 1 de febrero de 2013

7

Me ardes sin palabras y me evaporas los miedos; me quitas la fe que tengo en este mundo absurdo y vulgar. Todo lo das y lo arrebatas sin abrir la boca. Tu sola existencia me mata poco a poco y, a base de susurros, consumes las ganas que tengo de verte por dentro. 

Me sorprendes como a un niño que se ríe sin entender qué le hace gracia. Me convences del cielo para enseñarme que el suelo existe demasiado cerca.

Me ardes sin palabras. Y yo soy un tímpano de hielo acostumbrado a los versos de mentira.