he venido a contarte cómo he conocido a tus ojos.
Ojos que no se sueñan, ni se imaginan.
Ojos que o se viven, o te matan.
Y es que nunca unos ojos han dicho tanto y tan poco.
Ojos que son de mar y montaña, de fuego y de hielo, y que de tanto congelarte, al final te queman.
Ojos de te quiero (y no volveré a verte nunca más).
Ojos de te miro, pero sin querer perderme, y de no me mires mucho, que muerdo.
Ojos hechos de palabras forasteras y esa risa torcida que es mi talón de Aquiles.
De mentirte mucho y muy deprisa para ver si me pillas.
De lo siento, pero nunca sabrás quién soy.
Ojos de atardeceres, amaneceres y muchas ganas encerradas en latas de cerveza; de cuentos vacíos, canciones calladas y pelo enredado en versos.
Ojos de te odio por no haber aparecido hasta ahora y de gracias por existir a partir de aquí.
Ojos de luz y de noche, de tiempo comprimido en silencios que se clavan, de soles, de lunas, de viento y camas vacías.
De mira tú por dónde y de esto son cosas que pasan.
De vivir es lo primero, cueste lo que cueste.
Ojos como concepto. Ojos como abriles.
Ojos de quiero vivirte y quiero vivir de tus ojos.