jueves, 29 de agosto de 2013

224 y un reloj

Otra vez esa sensación. Sentirse viva, tan viva dentro del otro. Viva en abrazos y caricias. Tan eterna y tan fugaz como un escalofrío. Qué paradoja, ¿verdad? Como esas cosquillas que te recorren la espalda cada vez que te toco. No sé, tal vez sería demasiado edulcorado aventurarme; decir que a juzgar por tus miradas ayer éramos algo. 

Tus manos se volvían armadura a prueba de miedos, y esa puerta entreabierta nos separaba del mundo. Sólo ayer. Sólo en el instante en que me sentí, dentro de ti, muy viva y muy capaz. Fue suficiente para saberlo. Que sí, vivimos, y tal vez yo podría vivir así toda la vida, ya me entiendes. Que tu corazón latía en mi oído y casi me pongo a llorar...A llorar de emoción por un presente que se escapa, por cada segundo de menos, por tu piel en mis rodillas. 

Yo ayer vivía. Vivir no significa estar vivo. Estar vivo no es nada. 
Nada es lo mejor que he hecho contigo.