lunes, 1 de octubre de 2012

Tinta indeleble

Llevas años pegado a mis suelas como un chicle, como hacía la sombra emancipada que arrastraba Peter Pan. Te instalaste bajo mi almohada, dejando un olor perenne que me evita dormir por las noches. Te atascaste torpemente entre las grietas que quedaron en un corazón restaurado con prisas. Dejaste una propina ridícula. 

Y ahora me arañas la espalda de sueños pequeños,  traspasando la piel como si fueras tinta. Y tu efecto resuena; peor que un grito en plena resaca. Me tienes amarrada e indefensa, atada como un perro frente a un escaparate.

Pusiste el listón tan alto, que ni siquiera sé dónde está. Y a cada rato que me quedo a solas canto fuerte y mal para no pensar en ti. Como cuando se va la luz.

Te escondes detrás de unos ojos bonitos con malas intenciones. Eres la piel de cordero que viste a unos cuantos buitres...

Has dejado de ser mi meta para convertirte en mi mentira, y cada vez que me doy la vuelta te refugias en cualquier esquina. Pisas mis pasos y me jodes el vestido. Y como ni contigo ni sin ti, vivimos juntos pero no nos acostamos. Te fundes con mis ganas cada vez que tengo miedo. Me gritas a la cara cuando estamos a oscuras. Te odio y te siento demasiado cerca. Tengo tu aliento clavado en la nuca; la ausencia de suerte grapada en los bolsillos.

Pero no te irás, porque existes demasiado bien. Solo te difuminarás de vez en cuando, ni que sea para joder. Para arrancarme de golpe la poca fe que conservo en el destino.

Y lo que más me fastidia de todo es que sigues siendo imprescindible. Hasta cuando dueles. Porque cuando tú acechas, al menos siento algo. 

2 comentarios:

Deja aquí tu opinión sobre el post