sábado, 4 de abril de 2020

Sofá: un soneto sin versos

1. Soy un sofá. Tu sofá en pleno confinamiento.

2. Lleno, repleto, inmensamente satisfecho. Como una gallina orgullosa que, entre las plumas, acoge a sus polluelos.

3. ¿Sabes? Ahora mismo no quisiera estar en ningún otro sitio. Siento que mi lugar en el mundo es esta casa, pese que a mi trabajo aquí no sea siempre el más llevadero.

4. Mis invitados son, normalmente, más bien sus culos...y de vez en cuando toco alguna pechuga. Es broma, casi siempre me toca muslo.

Sí, mi trabajo es duro, pero a la vez bastante reconfortante: siempre estoy concurrido. La verdad es que soy el alma de la casa. Sin mí, a esto no se le puede llamar hogar.

5. En él sueño con hacerme mayor, crecer, ser de todos los colores, nunca pasar de moda. Estar ahí siempre para ti: ser un apoyo, un regazo, un hombro en el que llorar o una cueva calentita en la que acurrucarse. Quiero ser tu refugio en días de lluvia y, ahora también (qué le vamos a hacer), en los días de sol. 

6. Sin embargo, me preocupa. Me preocupa que nuestra relación sea algo tormentosa - ¡qué paradoja!-. Que cuanto más te dé, más me pidas y eso me deje tan hecho polvo que al final ya no te sirva.

7. Ojalá siempre me quieras como ahora, que me cuides como si no existiera otro. Que te dé igual lo que piensen. Qué mas da, si en la intimidad de tu salón, es a mí a quien siempre buscas. Que exista IKEA, que cambien los tiempos, que tu familia aumente y todo pase ante mis ojos, como las noticias que ves por las noches, justo antes de acostarnos.

8. Y es que es ese mi mejor momento, ahí empieza mi turno: nos acomodamos, te acaricio el pelo y te mezo silencioso como si fuera una cuna. Ese es mi poder, mi mejor misión. Soy cama, soy un barquito de papel para tus hijos, un lienzo en blanco cuando decides renovar la pintura; tu campamento base cuando te levantas cansada o cuando estás demasiado despierta para no pasar la noche en blanco.

9. Y sí. Lo mejor que he hecho nunca es a su vez lo que me condenará: entregarme a ti. Aquí estoy, para todo, para todos, 24/7. Pero, a veces, envidio a la butaca. Tan elegante, fina y discreta. Hay días que me roba tus mejores facetas, como cuando lees bajo la luz de la tarde o cuando repasas tus fotos. Siempre está allí en momentos especiales, y la jodida no se echa a perder. Vuestra relación es el equilibrio perfecto, un abrazo de alguien que echas de menos y que llega justo a tiempo. 

10. Pero pasa el rato y no te que te cansas y que buscas con la mirada el calor de tu viejo amigo. Ese soy yo. Tu cómplice. Que se aparten butacas y otras piezas de mobiliario estirado. Aquí estoy yo para hacer frente a lo que haga falta.

11. Como cuando parezco un campo de minas. La verdad es que he perdido la cuenta y no sé cuántas guerras de cojines he albergado ya. Tengo quizá huellas de perros, arañazos de tus gatos, manchas sospechosas que has aceptado resignada y algún que otro objeto perdido al que alguien renunció.

12. Y llegará. Llegará el día que me tapes con una sábana, que me traslades a la casita de verano y me dedique nada más que a agarrar polvo.

Quizá llegue el día, que sin querer separarte de mí demasiado, me relegues al cuarto de invitados, al trastero, o a ese viejo desván.

13. O tal vez no. Tal vez tu casa cambie, los cuadros muten, lo hagan también las macetas y hasta el papel pintado. Y yo permanezca allí, como tu fiel compañero de batalla. 

14. Tras la cuarentena, saldrás de nuevo a la calle, pasarán los años...y estoy seguro que tendrás muchos días de sol. Pero ojalá cuando regreses a tu morada, en uno de esos días de lluvia, sea cuál sea ya mi forma, me hayas conservado. 

Ojalá llegues, cojas la manta de siempre y lo primero que quieras hacer sea echárteme encima.

- A mi sofá. 3 de abril de 2020.