sábado, 27 de octubre de 2012

Nunca desayuno

Te escribo como a un desconocido cualquiera que me encontré en el metro, mientras confluyen mi ansia por materializar el destino y una casualidad a medias que nunca sabré si es verdad.

Estabas sentado justo delante de mí, pero nos separaban exactamente dos vías, dos andanas, y supongo que algunos cuantos siglos más. Te miraba fijamente con intención de provocarte, amparada por la seguridad de que no sabes volar y no podrías atravesar la estación para tocarme. 

Te miraba sin remordimientos, a sabiendas que ésa sería la última vez. La primera y la última. A menos, claro, que te gritase descaradamente que qué hacías ahí, que quién eras en mi vida. Pero estaba tan claro que no lo haría, que la confianza de una fugacidad inminente me protegía de hacer cualquier barbaridad. Una de esas que a largo plazo te acaban haciendo daño.

Cuando me cansé de susurrar tu nombre imaginario, bajé la cabeza como quién se santigua y se consuela por ser lo que ocurre lo que tenía que ocurrir. Levanté la vista en un acto reflejo muy feo y tu tren se había ido llevándote consigo, pues habría sido demasiado hermoso que no lo hubieras cogido a tiempo y siguieras clavándome los ojos como cuchillos.

El caso es que no me enamoro de nadie, tranquilo, sólo del cosquilleo irracional que se adueña de mis miedos cada vez que conozco a uno de los tuyos. Tenía la necesidad de contártelo porque sé que nunca más te tendré delante, que nunca más me dolerá la vida por tenerte tan cerca. 

Por si no me reconoces cuando no recibas este mail, soy esa coleccionista volátil de la que nunca sabrás el nombre. Vivo de la ilusión de una primera vez que se proyecta en un bucle enfermizo. Estoy hecha de momentos perfectos pero aislados, sostenidos ingrávidamente entre realidad y ficción. Soy la que conserva la fe de encontrarse, cualquier mañana de noviembre, una nota de amor anónimo en el bolsillo del abrigo. 

Ah, y nunca desayuno.

3 comentarios:

  1. Que bonito cuando la belleza enciende una chispa y se te iluminan hasta los ojos y todos los enigmas y peligros de la vida parecen inexistentes, ¿verdad?

    Me he imaginado ese momento de gritarle, de preguntarle a voces ¡¿Pero quién eres tú y qué haces en mi vida?! Estaría guapísimo. Tengo que probarlo.

    : )

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Definitivamente, yo también tengo que probar de hacerlo en vez de escribirlo...

      Eliminar
  2. En aquesta linea, tinc una amiga que va atrevir-se a parlar amb el cambrer d'un bar que li va cridar l'atenció i van iniciar una relació d'uns quants mesos... la valentia és una gran arma però no sempre a l'abast de tots.

    ResponderEliminar

Deja aquí tu opinión sobre el post