lunes, 22 de abril de 2013

Crisis de fe

Al despedirnos éramos como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres tiran de la mano y los arrastran, y es un dolor dulce y una esperanza.

Una fuerza invisible me obliga a querer estar contigo. Me encoge y me ata a tus rodillas. Tal vez para que recuerde que un amor fingido nunca muere, porque no ha nacido; para que sepa que puedes permanecer en el recuerdo todo el tiempo que me dé la gana.

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