Me miran ojipláticos mientras interpretan biografías no autorizadas. Vomitan alabanzas aleatoriamente sin saber siquiera lo que ansío de esta vida. Sienten la necesidad de hacerme saber la suerte que tengo (Explicadme ¿qué coño es suerte?). Me admiran por lo que creen que soy. Me colocan en una especie de pedestal virtual.
Y desde ahí arriba, no alcanzo las palabras adecuadas para hacer comprender que soy una mierda, un trozo de nada, ni sé cómo pedir socorro para que busquen una escalera. Ahí estoy, venerada, pero sola. Sintiendo esa mirada clavada en el pecho, mezcla de impotencia, miedo y maravilla, y la frustración en la garganta de cada argumento que se queda en nada.
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No quiero estar ahí arriba, presenciando altivamente cómo buscas a alguien que te parezca más normal, más como el resto. Mientras todo es fachada y barreras mentales. Quiero que trepes, me zarandees y me lleves contigo, sin discursos abstractos ni amores contemplativos. Sólo hechos y errores. Aunque sólo sea odio.
No hagas que sienta para luego abandonarme en un altar.
Ahí los sueños se me pudren.
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