sábado, 18 de agosto de 2012

9:12 a.m.


Casi no sé quién eres. Tú lo has dicho, nos hemos visto a penas tres veces. Y desde el primer día ya no puedo dejar de mirarte. Cada vez que lo hago soy nueva e inexperta. Parezco un robot estropeado y tú un regalo a punto de abrir. Soy una niña ansiosa, una amateur, un pez con menos de tres segundos de memoria. Una toxicómana. Seguramente a los demás les debo parecer un poco estúpida vista en perspectiva. Porque te miro y al cabo de un segundo me he perdido en tus ojos. Ya no recuerdo nada más. Me paralizas, y aunque tengo la sensación de que existes en mi vida desde siempre, te miro y no sé qué hay más allá. Eres un pequeño muro de hormigón armado. Y la dificultad por franquearlo no me quita las ganas ni el empeño. Joder. Eres una cuerda larguísima de la que no me cansaría nunca de tirar, porque tengo curiosidad por ver qué hay en el otro extremo.

No sé cómo lo haces pero has conseguido que sólo piense en ti y en esos malditos ojos. La verdad es que no tienen nada de especial. Son ojos corrientes. Ni muy pequeños, ni muy grandes. No son de un color exótico ni especialmente alegres. Sólo que son tuyos. Y eres la persona más jodidamente genial que he conocido. Creo que eso me basta para convencerme de una forma más o menos lógica de que no estoy loca. Tú y tus ojos. Clavados en los míos. Rodeados de gente y sólo te veo a ti. Con el semblante serio que te caracteriza y ese resquicio de tristeza que todavía te hace más interesante. Hay un halo de intriga que te envuelve y te hace parecer vulnerable. Y aunque sé que en realidad eres mucho más fuerte que yo, me dan ganas de abrazarte y protegerte entre los dedos. Y aun siendo  muy egoísta por mi parte, me dan ganas de cogerte y no soltarte nunca más.

Eres imperfecto en su punto justo. Y me has machacado. Una noche contigo ha sido suficiente para dejarme KO. No puedes hacerme sentir tan segura y protegida. Debería estar prohibido que me hicieras tan feliz en tan poco tiempo para luego abandonarme aparentemente despreocupado. Soy una inconsciente y ahora todo me recuerda a ti. Incluso las cosas que no tienen nada que ver contigo. Soy un autómata de mis emociones. Yo, hecha de cartón piedra poco resistente a los golpes. Me has atravesado la piel con las manos y me has calado hondo. Así, sin más. Habiéndonos visto a penas tres veces. Una noche y me he olvidado del orgullo, los problemas, el estrés y el dinero. Me he olvidado de todo lo que va más allá de una noche y unas cuantas horas más. De las tejas iluminadas por un sol reciente y un sofá demasiado estrecho para dos. De todo lo que va más allá de ti acariciándome el pelo mojado y susurrándome al oído que aquello era una locura. ¿De dónde has salido? Eres un marciano. Me has curado y me has estropeado a la vez. Me has dejado inservible para todo aquello que no se relacione contigo. Joder. Llevarte a la estación y decirte adiós fue como un martillazo en la cabeza. Pum. Realidad. Aquí estoy. Si sólo sirvo para estar contigo y te has esfumado, dime qué narices hago yo ahora. Exijo la hoja de reclamaciones; esta máquina es defectuosa.  

1 comentario:

  1. Una vez más me dejas KO. Estoy segura de que no seré la única que se pregunta cómo haces para meterte en nuestra cabeza y corazón y plasmarlo con palabras de esta forma..

    ResponderEliminar

Deja aquí tu opinión sobre el post