Casi no sé quién eres. Tú lo has dicho, nos hemos visto a penas tres veces.
Y desde el primer día ya no puedo dejar de mirarte. Cada vez que lo hago soy nueva e
inexperta. Parezco un robot estropeado y tú un regalo a punto
de abrir. Soy una niña ansiosa, una amateur, un pez con menos de tres
segundos de memoria. Una toxicómana. Seguramente a los demás les debo parecer
un poco estúpida vista en perspectiva. Porque
te miro y al cabo de un segundo me he perdido en tus ojos. Ya no recuerdo
nada más. Me paralizas, y aunque tengo la
sensación de que existes en mi vida desde siempre, te miro y no sé qué hay más
allá. Eres un pequeño muro de hormigón armado. Y la dificultad por franquearlo no
me quita las ganas ni el empeño. Joder. Eres una cuerda larguísima de la que no
me cansaría nunca de tirar, porque tengo curiosidad por ver qué hay en el otro
extremo.
No sé cómo lo haces pero has conseguido que sólo piense en ti y en esos
malditos ojos. La verdad es que no tienen nada de especial. Son ojos corrientes.
Ni muy pequeños, ni muy grandes. No son de un color exótico ni especialmente
alegres. Sólo que son tuyos. Y eres la persona más jodidamente genial que he
conocido. Creo que eso me basta para convencerme de una forma más o menos lógica
de que no estoy loca. Tú y tus ojos. Clavados en los míos. Rodeados de gente y
sólo te veo a ti. Con el semblante serio que te caracteriza y ese resquicio de
tristeza que todavía te hace más interesante. Hay un halo de intriga que te
envuelve y te hace parecer vulnerable. Y aunque sé que en realidad eres mucho más
fuerte que yo, me dan ganas de abrazarte y protegerte entre los dedos. Y aun siendo
muy egoísta por mi parte, me dan ganas de
cogerte y no soltarte nunca más.
Eres imperfecto en su punto justo. Y me has machacado. Una noche contigo ha
sido suficiente para dejarme KO. No puedes hacerme sentir tan segura y
protegida. Debería estar prohibido que me hicieras tan feliz en tan poco tiempo
para luego abandonarme aparentemente despreocupado. Soy una inconsciente y
ahora todo me recuerda a ti. Incluso las cosas que no tienen nada que ver
contigo. Soy un autómata de mis emociones. Yo, hecha de cartón piedra poco
resistente a los golpes. Me has atravesado la piel con las manos y me has
calado hondo. Así, sin más. Habiéndonos visto a penas tres veces. Una noche y me
he olvidado del orgullo, los problemas, el estrés y el dinero. Me he olvidado
de todo lo que va más allá de una noche y unas cuantas horas más. De las tejas
iluminadas por un sol reciente y un sofá demasiado estrecho para dos. De todo
lo que va más allá de ti acariciándome el pelo mojado y susurrándome al oído
que aquello era una locura. ¿De dónde has salido? Eres un marciano. Me has
curado y me has estropeado a la vez. Me has dejado inservible para todo aquello
que no se relacione contigo. Joder. Llevarte a la estación y decirte adiós fue
como un martillazo en la cabeza. Pum. Realidad. Aquí estoy. Si sólo sirvo para
estar contigo y te has esfumado, dime qué narices hago yo ahora. Exijo la hoja
de reclamaciones; esta máquina es defectuosa.
Una vez más me dejas KO. Estoy segura de que no seré la única que se pregunta cómo haces para meterte en nuestra cabeza y corazón y plasmarlo con palabras de esta forma..
ResponderEliminar