martes, 1 de mayo de 2012

Huye del compromiso porque sabe comprometerse

Por todas las veces que te he querido y ha sido una mentira hecha verdad. A medias. Por todas aquellas veces que pensé en necesitarte. Y luego, en tenerte. Y así, hasta el infinito, hasta doler. Hasta hacerse rutina, costumbre, miedo y paz, siempre con regusto amargo y algo de sal. Por cada día que me engañé creyendo que aquello había sucedido por alguna razón. Por cada momento que me quedé sin respiración y fingí no saber por qué. 

Una niña de 10 años atrapada en un cuerpo de adulta, pensando que el amor está en los cuentos y que los sueños, de vez en cuando, se cumplen para los que han nacido con una flor en el culo. Qué drama. Podría haber salido de un manual de autoayuda. 

Una niña que lee poesía antes de acostarse; que en lo único que piensa al despertarse es en buscar una razón para saltar de la cama. Y tú. Sin más dilación, sin complejos. Con todas las redundancias. Tú y la posibilidad remota de verte, entornando los ojos, detrás de alguna ventana o puerta a medio cerrar. Una niña que se encierra en su habitación y pretende no salir en cien años para, así, dejar de buscarte en cada esquina, en cada junta entre dos baldosas. 

Por todas aquellas veces que, de repente, amanecí buscándote pero simplemente no estabas. Porque no existes.

Alguien me dijo una vez que pasa las noches en vela intentando descubrir qué es el arte. Yo me morí de envidia. Porque cuando quiero pensar en arte, sólo pienso en ti. Eres como mi puto oso polar, sentado en una esquina de este cuarto. Que dice que no le imagine, que haga como que no está. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu opinión sobre el post