miércoles, 20 de junio de 2012

Reinicie el equipo

Como siempre, llegas tarde y llegas mal. Llegas cuando soy vulnerable y  estoy llena de miedo. Cuando, si me rozas, saltan chispas. No es por ti, no te lo creas mucho. No es por ti en concreto. Es porque llegas cuando tengo los sentimientos mojados y calados por dentro. Llegas cuando estoy hasta las narices de posponerlo todo.

Necesito precipicios y llegas tú. Pero llegas tarde y mal. A medias. Llegas para ponerme la miel en los labios. Para dar otra vuelta de tuerca a este laberinto de celos. Llegas para siempre y te vas para nada. Me dejas sin poder saltar al vacío.

Suerte. Mala suerte. Definitivamente no existen el karma, ni el destino, ni el futuro si no es a tientas. Sólo gotas que colman el vaso. Un vaso, diminuto, de agua salada. 

Sólo el tiempo contenido en las miradas, que no hablan porque no tienen nada que decir; en las caricias que no existen porque es mejor el silencio; en la brisa que no corre porque estoy atrapada entre espadas y paredes; en el hambre que mi mal humor destruye a golpes. Sólo el tiempo comprimido y convertido en un susurro. 

Llegas antes de dormirme. Cierro los ojos. Los abro y ya no estás.
No me busques explicaciones. No las tengo. 

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